domingo, 9 de noviembre de 2008


Hubo un tiempo en el que, en el norte de África y toda Europa, abundaba un tipo de bosque llamado laurisilva. Su propio nombre nos dice lo que es, laurisilva, selva de lauráceas. La familia de las lauráceas la conforman una serie de árboles únicos en el mundo y que se dan en unas circunstancias muy especiales: entre los 500 y 1.100 metros de altitud, a una temperatura estable durante prácticamente todo el año en torno a los 15 y 19 grados, carentes de heladas, pero protegidos por las brumas o nieblas. Visitar un bosque de laurisilva es adentrarse en el pasado, retroceder 20 millones de años. Los microclimas en Canarias han permitido este milagro. Mientras uno se achicharra en la costa a 30 grados, en ciertos puntos de las medianías, las nubes que arrastran los vientos alisios quedan atrapadas entre las altas montañas. Bajo esas nubes se crea un clima único y es este fenómeno el que ha propiaciado la conservación de la laurisilva.





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